lunes, 25 de noviembre de 2013

Liga catalana: la lliga - Crónica patánica



Una de las mentirijillas de mayor éxito del nacionalismo desmelenado nos remite a la liga catalana, la lliga, pero no la de Cambó, sino la de fútbol. La gansada se las trae, pero tiene su lógica: en un ambiente social dominado por el patanismo más ramplón, el fútbol actúa como dinamo que potencia esa patanería ad infinitum. En efecto, nos hemos cansado de oír que, si se declara la independencia, el Barça, que respalda el llamado dret a decidir, continuará disputando la liga española, una de las más importantes de Europa… aunque no dicen ni mu de en qué liga jugaría el Bayern Folgueroles. El núcleo de esta pampirolada es la idea de que no pasará nada, todo continuará igual, y obedece al mismo complejo argumental de una Cataluña separada de España que no saldrá de la UE, o de unos ciudadanos catalanes que mantendrán la doble nacionalidad (para cobrar, jajá, las pensiones de la caja única de la Seguridad Social). Pues nada, que el Barça militaría en la liga española. De modo que el club más emblemático de la capital de un país al fin soberano, renunciaría a jugar la liga nacional creada en ese nuevo Estado y disputaría, mira tú por dónde, la del país del que acaba de separarse. Sensacional.

Una hipotética Cataluña independiente dispondría de equipos federados suficientes para tener su propia liga e incorporar a los mejor clasificados a las competiciones continentales. Como hacen Eslovenia o Montenegro, países de menor tamaño y demografía. El equipo más famoso de Holanda, el Ajax, disputa la liga holandesa, que es lo suyo, y no la Bundesliga. No hay noticias de que el Olímpico de Ljubljana, de la capital eslovena, promueva su inclusión en el scudetto, que es la liga de la vecina Italia. Ni los equipos húngaros juegan en Austria, ni los austriacos en Hungría. Los publicistas de este disparate mayúsculo citan el caso del Mónaco, que compite en la liga francesa. Es cierto, pero en el minúsculo principado sólo los croupiers del casino y los amantes de Estefanía forman número suficiente para alinear a once jugadores. 

Por otro lado nos imaginamos la calurosa recepción que los equipos españoles dispensarían al FC Barcelona, si, finalizado el torneo anual, ocupara una de las plazas de Champions. Imaginemos que a España le corresponden tres plazas directas para dicha competición. Y el Barça queda tercero, desplazando al Valencia CF o al Atlético de Madrid, clubes de reconocida trayectoria internacional. Ah, cómo no, dirían en un alarde de deportiva bonhomía sus dirigentes y accionistas, de modo que un equipo de un país extranjero nos birla la plaza que da acceso al trofeo de mayor prestigio y que genera más ingresos… ¡Eso es fantástico!…y se volverían risueños a sus casas, tras brindar con cava catalán por el éxito del club intruso. Los hay dispuestos a creerse cualquier cosa.

El Barça tendría que jugar la liga catalana y punto. Y hoy por hoy, diseñada, por ejemplo para 16 equipos, la compondrían los mejor situados de la región: 2 de Primera, 2 de Segunda (pues el Barça B, en su condición de filial, dejaría una plaza libre), 9 del grupo III de Segunda B (ya que el Español B, filial perico, también dejaría libre su plaza), y 3 del Grupo V de Tercera División, los tres primeros de la tabla a jornada 12 del campeonato. A saber: FC Barcelona/ RCD Español/ Girona/ CD Sabadell/ Llagostera/ UE Lleida/ Olot/ Reus/ Nàstic de Tarragona/ Sant Andreu/ Hospitalet/ A.E. Prat/ Badalona/ Montañesa/ UE Rubí y CE Europa, el equipo del barrio de Gracia. Qué de partidazos en el Camp Nou.    

viernes, 1 de noviembre de 2013

Cinco nacionalidades - Crónica patánica



Se le ocurrió a Junqueras durante una pesada digestión. Al concluir el ágape, entrelazó las manos sobre su panza abacial, sesteó, con un hilillo de baba en la comisura de los labios, y al despertar por el futilazo eléctrico de una intuición genial, exclamó ¡Eureka!... En efecto, los catalanes que lo deseen, proclamada la independencia, mantendrán doble nacionalidad: catalana y española.

Comoquiera que serán muchos, Junqueras dixit, los acogidos a esa prebenda (prebenda es que el nacional de un país que se separa de otro mantenga la nacionalidad del país del que se ha separado porque Junqueras lo diga), la Unión Europea no podrá expulsarnos de su mullido seno, pues si lo hiciera, excluiría arbitraria e injustamente a millones de ciudadanos que ya son ciudadanos-UE en virtud de su milagrosamente preservada nacionalidad española. Advertimos al señor Junqueras, que, por ejemplo, no pocos argentinos, a causa del convenio de doble nacionalidad suscrito entre España y la república austral, son ciudadanos españoles, y no por ello en Argentina son de aplicación los tratados de la Unión. Detalle a tener en cuenta.

No parece muy cabal separarse del país promotor de la catalanofobia, que nos oprime y expolia desde hace siglos, al menos tres, para solicitar al día siguiente su nacionalidad. Cabe que los catalano-españoles de Junqueras, por españoles, pudieran votar, por qué no, al Congreso de Diputados, y que, habiendo sido proclamada la independencia, en Madrid se llevaran la morrocotuda sorpresa de que CiU constituyera de nuevo grupo parlamentario en la Carrera de San Jerónimo. No se librarían de nosotros jamás.

Podríamos continuar este escalofriante ejercicio de política-ficción, pero no disponemos de espacio para otras divagaciones igualmente inquietantes. Una más: no sólo la pérfida España se empecina en abortar nuestra plenitud nacional. Otros estados constituidos, Francia, Italia y Andorra, imitan su ejemplo e impiden la reunificación de los así llamados països catalans. Perpiñán, Ceret y Arlès nos pertenecen… -que ya prohibiremos los toros a esos malos catalanes-... No olvidamos la localidad sarda de El Alghero, razón por la que sus residentes habrían de disponer de doble nacionalidad, nativa e italiana. Y Andorra, tan reacia a abrir sus parroquias a los foráneos, no podría mantenerse al margen, por mucho tiempo, de la Gran Cataluña, y negar su codiciada nacionalidad a los catalanes allí avecindados. De modo que los catalanes seremos sólo catalanes, los menos agraciados, y otros, catalanes y españoles, o franceses, e incluso italianos, si non é vero é ben trobato, o andorranos, o todas las cosas a la vez. Y descubriremos que, aún fuera de la UE, seremos los más europeos de Europa, qué digo de Europa, del mundo. Europeos por quintuplicado. Cinco nacionalidades, vamos, como el famoso torneo de rugby…