Una de las
mentirijillas de mayor éxito del nacionalismo desmelenado nos remite a la liga
catalana, la lliga, pero no la de
Cambó, sino la de fútbol. La gansada se las trae, pero tiene su lógica: en un
ambiente social dominado por el patanismo más ramplón, el fútbol actúa como
dinamo que potencia esa patanería ad
infinitum. En efecto, nos hemos cansado de oír que, si se declara la independencia,
el Barça, que respalda el llamado dret a decidir, continuará disputando la liga española, una de las más importantes
de Europa… aunque no dicen ni mu de en qué liga jugaría el Bayern Folgueroles. El núcleo de esta pampirolada es la idea de que no pasará nada, todo
continuará igual, y obedece al mismo complejo argumental de una Cataluña separada de España que no saldrá de la UE, o de unos ciudadanos catalanes que mantendrán la doble nacionalidad (para cobrar, jajá, las pensiones de la caja
única de la Seguridad
Social). Pues nada, que el Barça militaría en la liga
española. De modo que el club más emblemático de la capital de un país al fin
soberano, renunciaría a jugar la liga nacional creada en ese nuevo Estado y
disputaría, mira tú por dónde, la del país del que acaba de separarse. Sensacional.
Una
hipotética Cataluña independiente dispondría de equipos federados suficientes
para tener su propia liga e incorporar a los mejor clasificados a las
competiciones continentales. Como hacen Eslovenia o Montenegro, países de menor
tamaño y demografía. El equipo más famoso de Holanda, el Ajax, disputa la liga holandesa,
que es lo suyo, y no la
Bundesliga. No hay
noticias de que el Olímpico de Ljubljana, de la capital eslovena, promueva su
inclusión en el scudetto, que es la
liga de la vecina Italia. Ni los equipos
húngaros juegan en Austria, ni los austriacos en Hungría. Los publicistas de
este disparate mayúsculo citan el caso del Mónaco, que compite en la liga francesa.
Es cierto, pero en el minúsculo principado sólo los croupiers del casino y los amantes de Estefanía forman número suficiente
para alinear a once jugadores.
Por otro
lado nos imaginamos la calurosa recepción que los equipos españoles
dispensarían al FC Barcelona, si, finalizado el torneo anual, ocupara una de
las plazas de Champions. Imaginemos
que a España le corresponden tres plazas directas para dicha competición. Y el
Barça queda tercero, desplazando al Valencia CF o al Atlético de Madrid, clubes
de reconocida trayectoria internacional. Ah,
cómo no, dirían en un alarde de deportiva bonhomía sus dirigentes y accionistas,
de modo que un equipo de un país
extranjero nos birla la plaza que da acceso al trofeo de mayor prestigio y que
genera más ingresos… ¡Eso es fantástico!…y se volverían risueños a sus
casas, tras brindar con cava catalán por el éxito del club intruso. Los hay
dispuestos a creerse cualquier cosa.
El Barça
tendría que jugar la liga catalana y punto. Y hoy por hoy, diseñada, por
ejemplo para 16 equipos, la compondrían los mejor situados de la región: 2 de
Primera, 2 de Segunda (pues el Barça B, en su condición de filial, dejaría una
plaza libre), 9 del grupo III de Segunda B (ya que el Español B, filial perico, también dejaría libre su plaza),
y 3 del Grupo V de Tercera División, los tres primeros de la tabla a jornada 12
del campeonato. A saber: FC Barcelona/ RCD Español/ Girona/ CD Sabadell/
Llagostera/ UE Lleida/ Olot/ Reus/ Nàstic de Tarragona/ Sant Andreu/
Hospitalet/ A.E. Prat/ Badalona/ Montañesa/ UE Rubí y CE Europa, el equipo del
barrio de Gracia. Qué de partidazos en el
Camp Nou.