miércoles, 16 de octubre de 2013

Napola.Cat - Crónica patánica





Hace unos días echaron por la tele una película, Napola, del director Dennis Gansel, el mismo de La Ola, que tuvo bastante éxito en las salas comerciales hará cosa de cuatro o cinco años. La emisión de la película en TVE 2 coincidió con la polémica sobre la abducción a gran escala de los escolares catalanes sometidos en las aulas a la inmersión lingüística y doctrinal obligatorias.

Las napola eran las escuelas creadas por el régimen nazi para adoctrinar a los chicos y formar los cuadros de mando que habrían de regir los destinos de la nación y del pomposamente llamado imperio de los mil años. Es decir, la élite del NSDAP. El régimen nazi sabía que la educación era una de las piedras angulares para blindar su sistema y por eso volcaron todo su empeño en ahormar pedagogía y contenidos académicos a sus propósitos. Las napola eran, pues, herramientas fundamentales para la transmisión del espíritu nazi a las futuras generaciones y proceder a la construcción nacionalsocialista.

Esa metodología, salvando las distancias, no ha desaparecido del todo. E irrumpen en escena sujetos que copian el referido experimento. Es el caso de frau Rigau, y de sus patánicos antecesores en el cargo. Y los frutos nos los sirve en bandeja el espacio Info.K, de TV3, emitido al día siguiente de la Diada encadenada y que el órgano llamado CAC, curtido en las subalternas artes de la mamporrería, ha avalado por su idoneidad sin tacha gracias al voto de (pésima) calidad de su presidente.

Cuando en su día asistimos al estreno de La Ola, Die Welle, ya nos pareció que la descripción del concepto autocracia que formula el profe, protagonista de la peli,  constituía un formidable, actualizado y exacto paralelismo con nuestro sistema aborigen. El guionista nos conoce bien. Y con Napola hemos tenido la misma sensación. A nuestros hijos no les ponen uniforme, guerrera, brazalete, cierto, pero les uniformizan las neuronas, las emociones y también las mejillas pintarrajeadas con esos chafarrinones como de hooligans de un equipo de fútbol. España, dice Clara, nuestra niña-napola, doce añitos, tendrá que rendirse. Luce, risueña, las pinturas tribales de guerra donde habrían de refulgir, como soles, sus pecas.