lunes, 24 de junio de 2013

Onirismo patriótico Mis sueños son míos y no obedecen a nadie… ¿Nadie?...


Muchas personas al meterse en la cama dedican unos minutos a pensar qué van a soñar esa noche. Hay quien, echando mano del traído y llevado derecho a decidir, se decanta por deslumbrantes señoritas en bikini. Otro lo hace por el codiciado premio gordo de la lotería de Navidad. Y un tercero por un trascendental descubrimiento científico que le valdrá el premio Nobel de Medicina. Lo cierto es que, a pesar de esas promisorias ideas y difusas imágenes hipnagógicas, a mitad de camino entre la vigilia y el sueño, tan apetecibles escenas nunca se escenifican en la fase REM. Siempre se acaba soñando otra cosa, pues el inconsciente burla los controles mentales e impone su relato onírico. Eso nos explicó Sigmund Freud tiempo ha. En todo caso, las expectativas son siempre individuales… y el sueño es el último reducto de la libertad, ese fortín donde los demás no pueden entrar. Nadie puede dirigir ni ahormar nuestros sueños a una ley y si alguien lo intentara le replicaríamos airadamente: Mis sueños son míos y no obedecen a nadie… ¿Nadie?...

Negativo. Artur Mas pretende concertarlos en un sueño colectivo y uniforme, el silencioso sueño de los corderos. En efecto, Artur Mas se lamenta de que fuerzas malvadas, emboscadas en la oscuridad, conspiran para acabar con el sueño colectivo de un pueblo. Eso dijo pizca más o menos hace unos días en un acto oficial y sus palabras, investidas de un onirismo mesiánico y profético, fueron recogidas por la prensa. A lo que se ve Artur Mas nos visita de noche, se cuela de puntillas en nuestro dormitorio, y nos conecta unos electrodos que le han prestado los espías de Método 3… y esos chismes trasladan impulsos cerebrales a un monitor que son descifrados por avezados especialistas, y éstos concluyen al fin que todos tenemos el mismo sueño: el de la independencia de Cataluña.

Querido patán que esto lees: si sueñas, no dejes rastro pues podrías figurar en la lista negra de los traidores oníricos, aquellos que no sueñan de conformidad con el sueño unánime y libertador de la patria irredenta. Los adultos aún escapan de esa asfixiante intromisión, no así los pequeñuelos que ponen a dormir un ratito en las guarderías públicas. Las monitoras que han sido ganadas para la causa nacional, con hechuras de agentes de la Stassi en plan La vida de los otros, velan el descanso de los niños y saben cuales de ellos sueñan en español, en virtud de la onirolalia, ese fenómeno por el que hablamos en sueños. Quién sabe si un día, a guisa de represalia, privarán a esos párvulos forajidos de abrazarse a su osito de peluche. Así aprenderán a soñar lo que se les manda, los muy malsines… entretanto el aliento de Mas acecha furtivamente las cabecitas de nuestros hijos.

jueves, 13 de junio de 2013

Pàtria i pebrots

Patria y pimientos: un tándem perfecto, una simbiosis arraigada a la tierra. La mata y la patata. Alrededor de un manojo de rábanos, de unas acelgas, de un calabacín, se gesta la solidaridad entre nacionalismos distantes, el catalán y el punjabí. No sabemos si el separatismo de los sij conseguirá al fin desasirse del dominio político y religioso, brahmánico, de la Unión India, pero entretanto sus embajadores en Cataluña, rodeados de coles y plátanos de Canarias, estrechan lazos con nuestro irredentismo aborigen y sellan su alianza indeleble degustando una sabrosa escalivada a fuego lento.
 
Catalanistas e indómitos punjabíes tienden su mirada en líneas sin peso allá donde las nectarinas cantan sus himnos perfectos. Juntos transitan el sendero del soberanismo, bajo las estrellas, haciendo un alto en el camino para hincarle el diente a una jugosa y dulcísima sandía, pues los pueblos oprimidos no viven sólo de la poesía, de la épica, del afán de revancha y de las gestas heroicas de sus antepasados.
 
¿Asistiremos a batallas nabales, es decir, con nabos a guisa de belígera munición, en aras de nuestra libertad nacional conculcada por los ejércitos de la ominosa ocupación extranjera?... ¿Catalanistas y punjabíes regarán con su sangre bendicente los campos del honor… que son aquellos donde crecen las berzas galantes? ¿Será la cosecha copiosa, ubérrima? ¿El martirio de los patriotas ilustrará a las generaciones venideras… o este sacrificio ingente se les dará una higa, les importará un pimiento en sus variantes morrón o de Padrón?... Múltiples incógnitas que podría despejar la heterodoxa adivinación a través de la pulpa de frutas y hortalizas, es decir, la hortofructicomancia inventada y patentada en su día por ese clarividente gurú del esoterismo agrícola llamado Paco Porras. De modo que escudriñe el melón, y si no es pepino, cómaselo.
 
 Las fotos pertenecen a un comercio situado en la confluencia de la avenida del Paralelo con plaza Navas. No es un fotomontaje.

lunes, 3 de junio de 2013

Arran: los hutus catalanes

Me toca inaugurar estas crónicas patanistas mientras suena en el CD Venecia sin tu amor, de Charles Aznavour… el sereno canal, de romántica luz… en fin. El texto del cartel es muy explícito y no casa demasiado con el lirismo arrebatado del cantante francés… una góndola va, cobijando un amor… El jovent seguem arran… e inmediatamente me viene al magín Hotel Ruanda, una peli estremecedora que muchos habrán visto, y eso que el director tiene la delicadeza de ahorrarnos el trinchamiento de cuerpos a gran escala que se desató en aquel país africano.
 
Las milicias hutu de Interhamwe se liaron desmochar a machetazos a todo tutsi que se les pusiera delante, sin exonerar de sus artes cisorias a los hutu traidorzuelos, a su juicio paranoide, que tuvieron la osadía de esconder en sus casas a vecinos de la etnia rival. A esos infelices no les esperaba otro horizonte que el exterminio a cachos, dando prioridad a los niños para impedir el relevo generacional. Talar los árboles altos fue la consigna radiofónica que inició la cacería masiva. Cucarachas fue otro de los bonitos epítetos repetidos por los milicianos para designar a sus víctimas.
 
Manejar un machete no es tan sencillo y si no que se lo pregunten a los brigadistas de las zafras cubanas. Sólo los más experimentados descargan los golpes con precisión… si acertar a la caña de azúcar, inmóvil, requiere una cierta destreza, imaginemos lo que es despedazar a un ser humano que ve acercarse la ensangrentada hoja de metal: grita, aúlla, llora, interpone los brazos, se revuelve cuanto puede aunque le sujeten entre un par de matarifes, suelta patadas… pero el machetazo que hiende la garganta o parte en dos la cocorota, llega inevitablemente.

Nuestros jóvenes de Arran, suponemos, respetuosos con las tradiciones aborígenes, prefieren la hoz, bon cop de falç, al machete, herramienta propia de latitudes tropicales. Me duele todo el cuerpo sólo de pensar que un día lleven su divisa a la práctica más allá de esa sanguinaria metáfora. No me los figuro muy capaces en el desempeño agrícola y sospecho que no distinguen un apero de labranza de una bombilla. La escabechina que podrían armar sería de las que hacen época. Me complacería por una vez que los chicos de Arran, como tantos jóvenes, dedicaran todo el santo día a enviar mensajitos por el celular, aunque sean de esos picantes… total, hay buenas ofertas en el mercado y el entretenimiento no sale tan caro.